martes, 1 de noviembre de 2011

¿LAS MUJERES QUE LEEN SON PELIGROSAS?

Criada leyendo, 1668/1670
Pieter Janssens Elinga (Alta Pinacoteca, Munich)

Hace 80 años, una mujer de La Rambla (Córdoba) se apuntó en una cuadrilla de recogedoras de aceituna y se convirtió enseguida en la compañera imprescindible para las otras mujeres, porque durante la comida, mientras todas se sentaban en el suelo para comer, alrededor de la "macetilla" con aceite, en donde mojaban trozos de pan pinchados en una navaja, ella siempre tenía un periódico o un libro que sacaba de su delantal y les leía a las demás. Pero le duró poco el trabajo, porque un día en el que el señorito se daba una vuelta por el olivar para inspeccionar el trabajo de las jornaleras, dio la orden al manijero de que al día siguiente no apareciera por su cortijo la mujer que leía. Tampoco los hombres vareadores que entretenían e informaban leyendo a los demás se libraban del despido. Pocos años más tarde, en 1936, fueron muchos hombres y mujeres los que cayeron fusilados en las afueras del pueblo por motivos parecidos a éste.
Hoy, ocho décadas después, en Granada, la única empleada de una sucursal de tintorería, además de atender al público con eficiencia y amabilidad, realiza múltiples tareas a lo largo del día: limpia el recinto -que tiene incluso una pared de espejo y ha de estar impoluta-, plancha toda la ropa que le llega de las máquinas de limpieza de la central y que tiene que entregar: desde trajes de caballero hasta de novia y de gitana. Ella estudió administrativa contable y le gusta repasar lo que aprendió y ahora, a sus 25 años, ha decidido ir preparándose una oposición, pero le está vedado leer en el trabajo,  aun en los momentos en los que no tiene nada qué hacer y no entra público, porque el jefe no se lo permite, sólo puede hojear revistas del corazón y no tiene ni una silla ni un taburete donde sentarse. En una ocasión en que el jefe le vio un libro y una carpeta debajo del mostrador, le dejó muy claro que no estaba allí para vaguear, y la amenazó con el  despido.
La peluquera de la esquina trabaja en una franquicia de peluquería, conoce bien su oficio, es educada, risueña y afable; le gusta mucho leer novelas como la saga “Crepúsculo” y las novelas románticas de la serie "Highlanders", de Janet Chapman, Sonia Marmen o Karen Marie Moning, pero no soporta las revistas rosas que tiene delante. Los días en los que apenas llegan clientes, ella está mano sobre mano, porque las leyes de los dueños de la cadena de peluquerías le prohíben leer un libro; en la primera ocasión en que el jefe la vio leyendo, le dijo que lo que debía leer eran las revistas de "cortes" (de pelo, se entiende) y, en castigo, la trasladó a una peluquería del área metropolitana, por lo que tiene que tomar dos o tres autobuses para llegar al trabajo.