jueves, 30 de septiembre de 2010

UN TOQUE DE GÉNERO


Hace poco una amiga me comentó que ella era “sinestésica”, porque desde pequeña “veía” en colores  los nombres de personas, lugares y números: el 1 es negro, Sofía es naranja, Granada es roja, etc. No sé si a mí me está afectando ese fenómeno, porque desde que leí la palabra “monomarentales” (me tengo que pelear con el Word que me la cambia automáticamente), veo las palabras que un cierto feminismo subvencionado inventa, en negro.
En “El País” del día 19 la Sra. Mª Jesús López Casas escribía una carta que comienza: Leo con estupor un anuncio convocando unas jornadas de familias monomarentales subvencionadas por el Ministerio de Igualdad[…] He llamado al teléfono que viene en el anuncio para saber más y me dice la atenta señorita que ya saben que no existe la palabra, pero que “le quieren dar un toque de género”[…]
Intento averiguar de donde viene tan demencial cambio de la palabra castellana ‘monoparental’ y descubro que no sólo la utilizan las organizadoras de esas jornadas, lo más grave es que  ha pasado al BOE: Se considerará familia monomarental la formada por una mujer que tenga a su cuidado menores de 21 años o mayores con discapacidad […]
Te ruego, lector paciente, que me disculpes los “toques de historia del español” que me veo en la necesidad de exponer: yo sospechaba que “monoparental” no deriva del latín patrem>padre, ya que la “t” no puede desaparecer así como así, luego tendría que venir de parens= la que pare,  que es, nada menos, el participio activo del verbo paro=yo paro, acción de lo más femenina. Y así me lo confirma el “Diccionario etimológico” de  Joan Corominas: “PARIR, fin S. X. Del latín PARERE 'dar a luz', 'producir, proporcionar'. DERIV. Pariente, h. 1140: del lat. parentes 'padre y madre', más tarde 'parientes'”. Esta última forma se mantuvo en francés e inglés. Y, en castellano, la forma “parental” llega a significar “relativo a uno o a ambos progenitores”. No creo yo que a una palabra con tal origen haya que darle un “toque de género”; además no es una palabra eufónica, porque si hace el lector el experimento de pronunciar “monomarental”  en voz alta, notará que es más molesta que la correcta “monoparental”.
Parece que la gestación de la dichosa palabra ha tenido lugar en la sede de la Comunidad europea, en Bruselas, en donde un traductor llamado Miguel Vidal “parió el engendro”. Han sido varias las voces de lingüistas que le han rebatido sus argumentos sobre el invento, pero él sigue erre que erre insistiendo: Ante todo, debo confesar mi orgullo al ver que mi pequeña nota sobre el término “monomarental” ha despertado el interés de un maestro de la talla, etc. Ya se sabe la osadía de la ignorancia. A un mensaje mío en que le hago saber su error, contesta: Mi defensa del término “monomarental” reposa en la tesis de que la lengua debe estar al servicio de la sociedad, y de que, cuando un cambio puede conferir una visibilidad a un colectivo determinado, ese cambio debe prevalecer sobre unas normas gramaticales que tampoco son inmutables...
Creo que ya no merece más comentarios; otra vez me vuelvo “sinestésica” al leer “visibilidad” y “colectivo”. Así que dejo aquí este asunto.

sábado, 18 de septiembre de 2010

PASTELERÍA

      En la calle Reyes de Granada, se encuentra una pastelería antigua donde se pueden saborear algunas de las especialidades más codiciadas de la ciudad; mi preferida es una pasta con recubrimiento de costra de azúcar de fresa, rellena de mermelada de la misma fruta; este pastel tiene un curioso nombre “aperley”. Era también el preferido del pintor inglés George Owen Wynne Apperley (Ventnor, Isla de Wight, Inglaterra, 1884 - Tánger, 1960), el cual diariamente llegaba a la confitería a disfrutar de uno.
     Un día en que el pintor se encontraba enfermo, fue a buscar el pastel una empleada suya y pidió “el pastel que todos los días compra el Sr. Apperley”. Desde entonces los dependientes de la pastelería utilizaron la metonimia “aperley” para nombrar esa delicia. Al pintor, como a tantos artistas europeos (románticos y posteriores), le subyugaba la cultura mediterránea, por lo que realizó viajes por Italia y por España, hasta que se estableció definitivamente en Granada en 1916, y situó su estudio en la Plaza de San Nicolás, aunque seguía viajando a Italia y a Marruecos.


     En el Albaicín se dedicó Apperley a pintar paisajes de los alrededores, retratos de mujeres españolas con trajes típicos y gitanos, mujeres y hombres, del barrio y del Sacromonte. Su primera exposición española tuvo lugar en Madrid, en noviembre de 1918, inaugurada por los reyes de España. A partir de 1932 estableció su residencia en Tánger, donde siguió pintando sus conocidas cuadros de desnudos femeninos. En 1936 fue nombrado Comendador de Mendavia (Navarra), por los “servicios a la causa” republicana; y en 1945 recibió la Encomienda de Alfonso X el Sabio, un honor nunca recibido en vida por un artista británico. Finalmente, en 1951, fue distinguido como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Málaga.
     Murió en Tánger en 1960, dejando para la posteridad no sólo su pintura, también un sabroso pastel.


domingo, 5 de septiembre de 2010

PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS

Faladoiros
          En las casas tradicionales de Galicia, construidas con granito, se habilitaban debajo de las ventanas, a ambos lados, unos asientos donde dos personas se podían sentar para hablar frente a frente. Como en gallego “hablar” se dice ‘falar’ a estos bloques de piedra que aprovechan el espesor del muro, se les llama ‘faladoiros’, lugar idóneo para mantener un “tête a tête” privado o íntimo; aunque hoy también se utiliza la palabra para nombrar las tertulias públicas, como las de los medios de comunicación gallegos. Esta segunda acepción de “faladoiro” correspondería exactamente al castellano “mentidero”, palabra procedente del siglo XVII, quizá creada en Madrid, donde llegaron a ser famosos varios lugares con este nombre.
        Según el DRAE “mentidero” es el “sitio o lugar donde se junta la gente ociosa para conversar”. Nunca dejan de sorprenderme algunas definiciones de nuestro diccionario por extravagantes; me pregunto a qué mente “académica” se le ocurriría intercalar el adjetivo ‘ociosa’ en la anterior definición; hay en ella el prejuicio de que la conversación es ejercicio vano, nada necesario y que no dignifica a las personas. Los que confeccionan el DRAE se dejan llevar por la ideología, quizá el ejemplo más palmario es lo que dice de “huérfano”: “Dicho de una persona de menor edad: A quien se le han muerto el padre y la madre o uno de los dos, especialmente el padre”, textual.