lunes, 20 de diciembre de 2010

YO ME ALQUILO POR HORAS

El Sky Line de 1996
En Nueva York, ya se sabe, está el mundo; o Nueva York es el mundo, donde lo más inverosímil puede suceder: una de las situaciones que más impresionaba de la ciudad, cuando fui en 1996, era el peregrinaje continuo de los sin techo por las espectaculares avenidas, escaparate de la riqueza y el lujo extremos. Mi amable anfitriona María González Talón me contó que en aquellos días a algún iluminado se le había ocurrido la feliz idea de diseñar unos carritos más cómodos que los habituales de los supermercados, para el uso de los “homeless” y de las “bag ladies”.
Estar alojada en casa de María fue una suerte. La ciudad se mostró entonces menos huraña y disfruté desde los primeros días del calor de sus amigos. El trabajo de uno de ellos, Paco Cao, era apasionante. Montaba performances en la calle, y un día se le ocurrió publicar un anuncio en un diario local que rezaba: “Me alquilo por horas” y lo contrató un equipo de sociólogos para que se fingiera ciego, se montara en el metro y, pasándose parte del día de acá para allá, observara las reacciones de la gente que se topaba con él en el “Subway”.
Cierto día recibió un encargo realmente dramático: el padre de un muchacho que acababa de morir en Manhattan, le pidió que fuese a la morgue y velara el cadáver del hijo. Y una iglesia católica de Brooklyn lo contrató para que hiciese de Jesucristo crucificado; y Cao, partidario de lo fuerte y de lo “gore”, accedió y allí se colgó en la cruz, con todos los instrumentos de la tortura, chorreando un sucedáneo de sangre bastante creíble.
Hasta que una cadena de televisión se interesó por su trabajo y le propuso grabar uno de sus espectáculos, así que María le sugirió la idea:  ella fingiría que era una mujer divorciada que lo alquilaba para desquitarse de “la mala voluntad de los hombres” -como decía mi tía Carmen, cuando le preguntaban por qué se había quedado soltera, siendo tan guapa- y además, porque echaba de menos las peleas con su exmarido. Así que decidieron que la supuesta divorciada insultaría a Cao en plena calle.   Tuve la oportunidad de ver la escenita en la tele y era bastante impactante, aunque la ristra de insultos no acabó, como proponía Cao, a paraguazos sobre la cabeza del “alquilado”, porque María se negó a golpearlo.
Años después María me informó en Granada de que la idea de alquilarse por horas se le ocurrió a Paco escuchando un vinilo de Aguaviva que ella le había prestado. El disco contenía una versión de este poema de Gabriel Celaya:

AVISO
LA ciudad es de goma lisa y negra,
pero con boquetes de olor a vaquería,
y almacenes de grano, y a madera mojada,
y a guarnicionería, y a achicoria, y a esparto.

Hay chirridos que muerden, hay ruidos inhumanos,
hay bruscos bocinazos que deshinchan
mi absurdo corazón hipertrofiado.

Yo me alquilo por horas: -río y lloro con todos-,
pero escribiría un poema perfecto
si no fuera indecente hacerlo en estos tiempos.