sábado, 19 de marzo de 2011

SOBRE LA LENGUA. (Otra vez)

Mis amables lectores, con sus sabrosos comentarios a la entrada anterior, me dan la pauta para seguir reflexionando sobre las lenguas. En principio, tendría que rematar la breve historia de la lengua gallega con unas notas sobre la situación actual, puesto que hay el empeño, por parte de los políticos, de llevar a cabo una “homegeneización o normalización” de la lengua, que, por lo que parece, se trata de una “castellanización” del gallego: ya no hay que decir “fiestra”, sino “ventana” y, supongo, que habrán hecho desaparecer las sonoras palabras “hoxe”, “onte”, “antonte” y “antarantonte” (“hoy”, “ayer”, “anteayer” y “trasanteayer”), como la manía de adulterar la sintaxis gallega colocando el pronombre enclítico como proclítico: “me preguntou”, en lugar del correcto “preguntoume”. Esto se debe al desconocimiento del gallego por parte de los que ni poseen la “lingoa nai”, ni se toman el trabajo de estudiarla; y hablan un castellano con pinceladas de gallego, lo que resulta ridículo. Con esta estrategia de la normalización pueden acabar con una “dulce lengua del ” -Dante dixit-, la del Noroeste.
Sin embargo este proceso no se da sólo en Galicia, tengamos en cuenta que hay periodistas andaluces -se aprecia mucho en la radio- que se esfuerzan por pronunciar “puro castilla” y resulta un habla falsa. A propósito de esto, la filóloga  Inés Fernández Ordóñez afirma que hay que acabar con la idea de que la lengua estándar es la perfecta. Y ella sabe de qué habla ya que, desde 1990, lleva trabajando en el proyecto COSER -Corpus Oral y Sonoro del Español-, un admirable y exhaustivo estudio de la lengua rural. Por eso afirma la Sra. Académica refiriéndose a la ocurrencia de la ex Ministra de Igualdad, Sra. Aído, sobre que la Academia tendría que admitir la palabra “miembra”, se equivocaba, porque la RAE no está para admitir las ocurrencias de una ministra solo porque vengan de ella […] no se puede regular el lenguaje desde arriba. Y le parece que es inapropiado pretender solucionar problemas sociales por la vía del lenguaje. Porque son los hablantes quienes crean, recrean, cambian y enriquecen la lengua.
Pero en este país nuestro, como a los políticos les gusta meterse en todo -siempre por el bien de los ciudadanos, claro-, llevan años ejerciendo el intrusismo profesional, y elaborando algunas leyes inútiles y otras descabelladas: uno de los despropósitos que se les ocurrió, en cuanto a las lenguas españolas,  fue decretar que el valenciano es una lengua, cuando en realidad es uno de los dialectos de la lengua catalana, junto al mallorquín, el menorquín y el ibicenco. Y lo hicieron para captar votos entre los hablantes de dicho dialecto. Lo alarmante es que esta idea cuajó, en contra de la verdad científica, y, en los libros de texto de la E.S.O., llegó a aparecer el valenciano como una de las lenguas románicas. Por no hablar de lo último: la traducción simultánea en el Senado de las lenguas nacionales. Sin comentarios.
La entrada en la RAE de una filóloga como Inés Fernández Ordóñez ojalá que influya en transmitir su sensatez a los políticos descarriados en cuestiones lingüísticas. Vale.