Cuando de pequeña iba a casa de mis abuelos al salir del colegio, me recibían mis tías con variadas órdenes y prohibiciones: “lávate las manos, antes de sentarte a la mesa”, “ponte el mandilón”, “no hables comiendo”… Y a mis abuelos, que hablaban mucho, les caía también otra expeditiva recomendación, cuando yo llegaba: “delante de la niña no habléis así”, la frasecita da pie a pensar que ellos hablaban de temas poco adecuados para los niños, pero no, no se trataba de eso, simplemente mis abuelos hablaban gallego, y eran bilingües, pero yo, desde entonces, “padezco” diglosia, -que no es que tenga la lengua bífida, sino que entiendo el gallego y lo leo, pero ni lo hablo ni lo escribo-, la diglosia me la diagnosticó hace años el catedrático Xesús Alonso Montero y pude conocer las vicisitudes por las que ha pasado la lengua gallega al leer su libro “Informe dramático sobre la lengua gallega”.
Aprendí en él que al gallego se lo consideraba como el idioma de la pobreza y, quien ansiaba ascender en la escala social, debía hablar castellano; ya en una viñeta de Castelao aparecía un niño, el cual, subido en una silla, le preguntaba a un viejo campesino: “-Señor Manuel, y usted ¿por qué no habla castellano? -¡Ay!, meniño, o castelán é a lingoa d’os recibos d’a contribución”. El rechazo a la lengua vernácula por parte de la burguesía, e incluso por parte del pueblo, fue la causa de que dos generaciones, desde principios del siglo XX más o menos, dejaran de hablar gallego por considerarlo como una lengua inferior. Y no hay lenguas inferiores: incluso el dálmata, la única lengua muerta entre las románicas, cuyo último hablante falleció en los años 50 del XX, poseía la misma categoría de lengua que el castellano, pero con menor número de hablantes.
La lengua literaria -perdida desde la Edad Media- se recuperó hacia 1850 a partir de las ideas románticas que extienden por toda Europa el ansia de indagar en los orígenes de los pueblos, bucear en su folclore y estudiar tanto la historia como las lenguas minoritarias. En Galicia se reflejó en el llamado “Rexurdimento” (Resurgimiento), cuya primera muestra sería “Cantares gallegos” de Rosalía de Castro, realmente el primer libro impreso en gallego. Y más tarde, a principios del XX, comienzan a surgir voces nuevas que reivindican el gallego: la revista “Nos” (Nosotros) aparece en 1920 y se publican 144 números hasta 1935. Fueron sus creadores varios galleguistas, entre otros, Vicente Risco y Castelao; estos intelectuales recrean la lengua, que servirá desde entonces como vehículo tanto de la narrativa como de tratados técnicos o de la lírica. La difusión de “Nos” fue extraordinaria en España y en el extranjero. A este respecto hay que destacar cómo un poeta andaluz colaboró en la difusión del gallego literario, fue Federico García Lorca con los “Seis poemas gallegos”, publicados en Santiago por la editorial “Nos”.
Por otra parte, en pleno franquismo, hacia los años 40, grupos de profesores y estudiantes de izquierdas de la Universidad de Santiago decidieron utilizar el gallego coloquial. (Se da la paradoja que mi padre, castellano, profesor en dicha Universidad, llegó a hablar gallego y mi madre, educada como yo en la lengua de “los señoritos”, no lo hablaba). Se trataba de un hecho más o menos aislado, pero importante para el futuro, pues la juventud de los 60 y 70 de ideas marxistas hablarían gallego; un poema de Celso Emilio Ferreiro les serviría como grito popular de afirmación de la legua vernácula:
“Deitado frente a o mar”
Lingoa proletaria do meu pobo,
eu fáloa porque sí, porque me gosta,
porque me peta e quero e dame a gaña; […]
eu fáloa porque sí, porque me gosta,
porque me peta e quero e dame a gaña; […]
falar a fala nai,
a fala dos abós que temos mortos,
e ser, co rostro erguido,
mariñeiros, labregos do lingoaxe,
remo i arado, proa e rella sempre.
a fala dos abós que temos mortos,
e ser, co rostro erguido,
mariñeiros, labregos do lingoaxe,
remo i arado, proa e rella sempre.
“Acostado frente al mar”
Lengua proletaria de mi pueblo,
yo la hablo porque sí, porque me gusta,
porque se me antoja y quiero y me da la gana; […]
hablar la lengua madre,
la lengua de los abuelos que tenemos muertos,
y ser, con el rostro erguido,
marineros, labradores del lenguaje
remo y arado, proa y reja siempre.
yo la hablo porque sí, porque me gusta,
porque se me antoja y quiero y me da la gana; […]
hablar la lengua madre,
la lengua de los abuelos que tenemos muertos,
y ser, con el rostro erguido,
marineros, labradores del lenguaje
remo y arado, proa y reja siempre.