martes, 8 de febrero de 2011

LAS BRUJAS

Todos acuden a la bruja y nadie tiene vergüenza de ella. Se le habla sin rodeos, con la más ruda franqueza, y se le pide la vida, la muerte, medicinas, venenos. Ahora es una joven, que hecha un mar de lágrimas, solicita un abortivo...ahora, en fin, la triste madre agobiada cada año de hijos que sólo nacen para morir. (Jules Michelet: "La Bruja", 1862).
En la Edad Media, las brujas, nombre cargado de connotaciones negativas, eran llamadas por el pueblo "mujeres sabias" porque poseían el conocimiento de la anatomía humana, así como los poderes curativos de las plantas, las causas de numerosas enfermedades y el mecanismo del parto. En algunos países de Europa se las llamó "consoladoras", en Inglaterra “healers” (sanadoras) y en Méjico "aliviadoras". Estas mujeres eran las únicas personas de que disponían las gentes para ser aliviadas y curadas ya que no había  médicos, ni de hospitales en los pueblos y ciudades; los médicos sólo ejercían su oficio en los castillos de nobles y reyes. De manera que eran las mujeres las encargadas de aliviar dolores, de actuar sobre las enfermedades, de evitar abortos espontáneos o de provocarlos, y de dulcificar las molestias del embarazo y los dolores del parto.
Las mujeres sabias utilizaban las plantas y las drogas siguiendo la antigua tradición grecolatina de la medicina “homeopática”, que consiste en que lo mismo que produce la enfermedad puede curar, así como también el veneno que mata, sana el cuerpo, en ciertas dosis mínimas. La Iglesia afirmaba que los medios espirituales -los sacramentos, el agua bendita y las oraciones- podían actuar hasta en los cuerpos; por lo que tildaba a la forma de curar de las sanadoras de "medicina al revés" ya que procedía de Satanás; y, por tanto, el poder de las mujeres no tenía que ver con el conocimiento de la naturaleza que ellas se transmitían de generación en generación, sino con pactos execrables con el demonio en ceremonias secretas o aquelarres.  Efectivamente, las mujeres se reunían al amanecer o al anochecer para recolectar las plantas en el momento óptimo. 
Disponían de tranquilizantes, analgésicos o digestivos. Para los dolores de parto utilizaban el "cornezuelo" (ergotina) -alivio prohibido por la Iglesia hasta épocas recientísimas: a finales de los 60 se produjo en nuestro país la polémica sobre el parto con o sin dolor-. La "belladona" -llamada así por su uso cosmético, ya que dilata las pupilas y abrillanta los ojos- tiene componentes calmantes y narcóticos, como la “atropina” y la "digitalina" que es un fármaco importante todavía hoy en las enfermedades cardíacas; (personalmente, estoy familiarizada desde la infancia con esta droga, porque mi madre, cuando me quejaba de que me dolía la barriga, siempre contestaba: “te voy a dar unas gotitas de belladona”, comprada en la farmacia, claro). La "mandrágora" posee propiedades parecidas a la anterior; ya aparece citada en la Biblia, en la historia de Raquel, y en “El cantar de los cantares”. El "saúco" se utilizaba para varias afecciones, como las oculares, renales o de la piel. Con la "ruda" y el "beleño" forman el grupo de las más importantes plantas que empleaban las brujas. Capítulo aparte  sería el famoso "ungüento de las brujas", con el que “hacían viajar” a la gente y, aplicándoselo a sí mismas, conseguían “volar”; se trata de lo que hoy en la jerga juvenil se denomina “colocarse”.
Las mujeres sabias, la mayoría campesinas, fueron acusadas de estar organizadas, lo que se percibía como un peligro, y como aliadas de Satanás,  cometían crímenes sexuales contra de los hombres. La terrible represión de las sanadoras fue una lucha política de la medicina institucional contra las mujeres y la cultura popular, que se inscribe en lo que algunos antropólogos definen como “el miedo a la mujer”, generadora de vida y, por ello, más cerca que el hombre de la naturaleza, conocedora de sus secretos, lo que le proporciona un poder sobre la vida, la sexualidad y la muerte. Poder que los hombres han intentado frenar en las sociedades patriarcales. Por otra parte, el miedo a la mujer no es una invención de los ascetas cristianos, sino que viene de antiguo, pero el cristianismo lo asimila. Por todo ello se desató la caza de brujas por toda Europa, desde el siglo XIV al XVII.  También perecieron en la persecución muchos hombres, pero las cifras que nos proporcionan los documentos históricos hablan de que un 80% de los procesados por la Inquisición eran mujeres y un 85% de todos los condenados a muerte (la mayoría en la hoguera) eran mujeres: viejas, jóvenes y niñas.
Y las valientes mujeres que, a pesar de la represión y la muerte, siguieron transmitiendo los saberes ancestrales de la naturaleza, pertenecen a la estirpe de aquella primera mujer rebelde que no fue Eva -sacada de la costilla de Adán- sino la creada a la par que el varón, como su igual, de nombre Lilith.
Nota.-Parece que lo que ahora se entiende por homeopatía no tiene mucho que ver con la que practicaban las brujas, si no, se hubieran muerto quienes el día 5 de febrero se tragaron montones de pastillas homeopáticas y se quedaron tan frescos.

2 comentarios:

  1. Muy interesante e instructivo, gracias. Mi concepción de las brujas, no muy negativa, ha cambiado para mejor tras leerte.

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  2. Gracias por tu comentario y me alegro de que las brujas hayan subido puntos -expresión muy moderna- en tu estima...

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