sábado, 30 de octubre de 2010

LABORINTO

Mujeres hablando
En una época en la que ciertos políticos y, también, algunos escritores usan la lengua para el insulto, la descalificación y la grosería, consuela echar un vistazo a la lengua del pueblo y descubrir en ella la imaginación con que la gente crea expresiones y palabras que la enriquecen, la amplían y la mantienen viva. Uno de los rasgos más admirables de la lengua coloquial es lo que se ha dado en llamar “etimología popular”, que se produce cuando los hablantes asocian palabras, algo extrañas para ellos, a otras más comunes. He recogido algunas curiosas:
  • En Hispanoamérica la gente sabe inglés, sobre todo, porque allí no se doblan las películas y así del nombre del robot “R2D” de “La guerra de las Galaxias”, surge el castellanizado “Arturito”, muy lógico si se oye la pronunciación en inglés.
  • Los hablantes del Campo de Gibraltar a lo que en lengua coloquial es un “patatús”, ellos suele decir: “L’ha dao un jaratrás” (pronunciado en andaluz: “h” aspirada y pérdida de la “s”), que viene del inglés “heart attack” (ataque de corazón).
  • En los bares de la zona, para pedir una taza de té dicen: “¿Me pone un capotín?”, procedente de “cup tea”.
  • He oído a una señora decir que su casa por la mañana parece un “laborinto”.
  • Otra ama de casa, a la que adaptarse a la moda nórdica resultaba enojosa, en vez de “edredón” decía “enredón”.
  • Un padre perteneciente al Consejo escolar de un Instituto, en una de las reuniones del mismo, rogaba: “Por favor, no tragiversen mis palabras” y otro creaba “taquiversen”.


domingo, 24 de octubre de 2010

OBJETOR DE VIOLENCIA

Daba yo clase a un grupo de chicas y chicos de 3º de Bachillerato, en lo que se llamaba entonces el B.U.P., cuando un muchacho me dice a la salida de clase: -“Mi madre le envía recuerdos porque usted le dio clase en el Instituto”. ¡Horror, se me vino encima la bóveda celeste del tiempo que me ponía delante, sin advertencia, un “alumno-nieto”!
El chico comenzó la carrera de Clásicas, venía a casa a contarme lo que estudiaba a pedirme libros y a charlar de todo, porque era lo que en Granada se llama “un collejo”, palabra cargada de connotaciones, que yo utilizo en el sentido de que él hablaba con un vocabulario que no correspondía  a su temprana edad, y que había aprendido de la relación intensa con sus abuelos. Un día llegó muy preocupado diciendo que estaba leyendo “La Ilíada” y que no podía soportar tanta violencia y brutalidad, así que iba a dejar la carrera y a matricularse en Filología Románica, que cursó completa sin darle mayor importancia a los excesos del Cid o de los conquistadores de América. Con la madurez de los años y el estudio, decidió terminar Clásicas. Le perdí la pista durante un tiempo y hoy a través del facebook, me hace llegar el siguiente mensaje:

Como suele decirse, el destino es irónico, y en el pecado lleva uno a veces la penitencia. Así que por fin me reconcilié con los viejos griegos, con sus guerras, sus esclavos y sus mujeres marginadas y me he venido a tierras valencianas a hacer apostolado de su mensaje. A fin de cuentas, no podemos juzgar a los antiguos con los esquemas cognitivos actuales (si hubiéramos nacido en aquella época hubiéramos hecho lo mismo) y, si hay algo bueno que nos legaron, fue el constante espíritu de búsqueda e inconformismo (como en la Ítaca de Kavafis, ¿recuerdas?) que tanta falta le hace a la juventud de hoy día.
En mi quehacer diario como docente llevo constantemente en mis pensamientos a tantos buenos profesores y lo que de ellos aprendí en el Instituto  y procuro emularlos, no sin, a veces, cierto desatino (cuando los chavales me inflan las narices, le pego unos golpes a la pizarra y cuatro voces a ellos que tiembla el cielo) pero bueno, como decía Goytisolo, "yo también estoy en el camino".

jueves, 21 de octubre de 2010

EL DELEITE DE LA CONVERSACIÓN III

Te prometo, lector paciente, que ésta va a ser la tercera y última entrega de la serie.
En la segunda, nos quedamos en la íntima y dilatada soledad de Ítaca, en el momento en que Penélope se libera de su soledad y espera; y Odiseo de las penalidades de su largo retorno desde Troya y después de la sangría que desató con los pretendientes de su esposa.
No puedo por menos que transcribir el texto en el que Homero describe cómo Penélope reconoce a su esposo, texto admirable y conmovedor, como toda la obra de Homero, aun más, si tenemos en cuenta que fue escrita en el siglo VIII a. de C.:
Para probar Penélope si aquel mendigo, que unos días antes había llegado a palacio, era su esposo, le pidió al ama que trasladara el tálamo fuera de su habitación para que él pudiera descansar. Entonces Odiseo le contesta:
¡Oh mujer! En verdad que me da gran pena lo que has dicho. ¿Quién me habrá trasladado el lecho? Ninguno de los mortales que hoy viven, ni aun de los más jóvenes, lo movería con facilidad, pues hay una gran señal en el labrado lecho que hice yo mismo y no otro alguno. Creció dentro del patio un olivo de alargadas hojas, robusto y floreciente, que tenía el grosor de una columna. En torno suyo labré las paredes de mi cámara, empleando multitud de piedras, la cubrí con excelente techo y la cerré con puertas sólidas firmemente ajustadas.
Pulí con el bronce su tronco desde la raíz, lo enderecé por medio de un nivel para convertirlo en pie de la cama, y lo taladré todo con un barreno. Comenzando por este pie, fui haciendo y pulimentando la cama hasta terminarla, la adorné con oro, plata y marfil, y extendí en su parte interior unas vistosas correas de piel de buey, teñidas de púrpura. Tal es la señal que te doy; pero ignoro, oh mujer, si mi lecho sigue incólume o ya lo trasladó alguno, habiendo cortado el pie de olivo.
Así le dijo; y Penélope sintió desfallecer sus rodillas y su corazón, al reconocer las señales que Odiseo daba con tal certidumbre. Al punto corrió a su encuentro, derramando lágrimas, echóle los brazos alrededor del cuello, le besó en la cabeza…


Después que los esposos hubieron disfrutado del deseable amor, entregáronse al deleite de la conversación. La divina entre las mujeres refirió cuánto había sufrido en el palacio al contemplar la multitud de los funestos pretendientes, que por su causa degollaban muchos bueyes y cuantiosas ovejas, en tanto que se concluía el copioso vino de las tinajas.
Odiseo, del linaje de Zeus, contó a su vez cuántos males había inferido a otros hombres y cuántas penas había arrostrado en sus propios infortunios. Y ella se holgaba de oírlo y el sueño no le cayó en los ojos hasta que se acabó el relato.



domingo, 17 de octubre de 2010

A CHAVES LE MOLESTAN LOS RUIDOS DE LA CALLE

Políticos abucheados en Sevilla
Ya se sabe que a los políticos -quizá no a todos- les gusta mucho inaugurar pantanos, autovías, plazas y otras obras: cortan cintas y echan discursos, también les encanta poner primeras piedras, pala en mano: todos sonríen y se van tan contentos a comer gambas o flamenquines. Hoy les tocaba inaugurar la restauración de la hermosísima Plaza de España de Sevilla. Pero el vicepresidente Chaves y las autoridades que lo acompañaban se encontraron al llegar con un enorme alboroto de los empleados públicos de la Agencia Andaluza del Agua que daban voces y silbaban: los discursos no se oyeron y los políticos se retiraron rápidamente. Acomodado en lugar más seguro, y rodeado de autoridades, Chaves ha declarado a los periodistas que, aunque comprendía las reivindicaciones de los trabajadores, aquel no era el momento para la protesta y que hay otros cauces democráticos.
Yo he presenciado situaciones parecidas: la primera se produjo cuando el consejero de Educación de la Junta de Andalucía, junto a los responsables de Educación de Granada acudieron a inaugurar la rehabilitación del Instituto “Padre Suárez”, el más antiguo de la ciudad. Cuando terminaron los discursos y toda la mesa presidencial sonreía satisfecha, pidió la palabra un profesor del Centro, desaparecieron las sonrisas y él leyó un manifiesto, firmado por casi todos los profesores, que resumía las reivindicaciones que en aquel momento pedían y que la Consejería no había atendido hasta entonces. Las autoridades tuvieron que soportar la lectura del escrito, furiosas porque se les había deslucido el acto. A la salida, simpatizantes y militantes del PSOE que habían asistido a la inauguración de lo restaurado dijeron que ese no era el momento y el lugar para la protesta y uno de los profesores les contestó que eso era lo que tenía la democracia que el pueblo puede hablar y protestar pacíficamente en el momento que considera oportuno.
En otra ocasión, la que se quedó descolocada fue la consejera de Educación Cándida Martínez, que presidía la entrega de los Premios Meridiana: cuando ella pronunciaba su discurso, pasaron delante de la mesa unas mujeres en silencio portando una larga pancarta, eran limpiadoras a las que se les adeudaba jornales. La consejera, pálida y muda, no reaccionó; pero sí lo hizo una de las organizadoras que llamó a seguridad y echaron a las trabajadoras de la sala y la Sra. Consejera continuó hablando como si nada.
Tremendas las descalificaciones que las “compañeras socialistas” hicieron de las valientes alborotadoras, entre canapé y copita de vino. Recordaban las condenas que el régimen anterior lanzaba sobre los trabajadores no domesticados.