jueves, 21 de octubre de 2010

EL DELEITE DE LA CONVERSACIÓN III

Te prometo, lector paciente, que ésta va a ser la tercera y última entrega de la serie.
En la segunda, nos quedamos en la íntima y dilatada soledad de Ítaca, en el momento en que Penélope se libera de su soledad y espera; y Odiseo de las penalidades de su largo retorno desde Troya y después de la sangría que desató con los pretendientes de su esposa.
No puedo por menos que transcribir el texto en el que Homero describe cómo Penélope reconoce a su esposo, texto admirable y conmovedor, como toda la obra de Homero, aun más, si tenemos en cuenta que fue escrita en el siglo VIII a. de C.:
Para probar Penélope si aquel mendigo, que unos días antes había llegado a palacio, era su esposo, le pidió al ama que trasladara el tálamo fuera de su habitación para que él pudiera descansar. Entonces Odiseo le contesta:
¡Oh mujer! En verdad que me da gran pena lo que has dicho. ¿Quién me habrá trasladado el lecho? Ninguno de los mortales que hoy viven, ni aun de los más jóvenes, lo movería con facilidad, pues hay una gran señal en el labrado lecho que hice yo mismo y no otro alguno. Creció dentro del patio un olivo de alargadas hojas, robusto y floreciente, que tenía el grosor de una columna. En torno suyo labré las paredes de mi cámara, empleando multitud de piedras, la cubrí con excelente techo y la cerré con puertas sólidas firmemente ajustadas.
Pulí con el bronce su tronco desde la raíz, lo enderecé por medio de un nivel para convertirlo en pie de la cama, y lo taladré todo con un barreno. Comenzando por este pie, fui haciendo y pulimentando la cama hasta terminarla, la adorné con oro, plata y marfil, y extendí en su parte interior unas vistosas correas de piel de buey, teñidas de púrpura. Tal es la señal que te doy; pero ignoro, oh mujer, si mi lecho sigue incólume o ya lo trasladó alguno, habiendo cortado el pie de olivo.
Así le dijo; y Penélope sintió desfallecer sus rodillas y su corazón, al reconocer las señales que Odiseo daba con tal certidumbre. Al punto corrió a su encuentro, derramando lágrimas, echóle los brazos alrededor del cuello, le besó en la cabeza…


Después que los esposos hubieron disfrutado del deseable amor, entregáronse al deleite de la conversación. La divina entre las mujeres refirió cuánto había sufrido en el palacio al contemplar la multitud de los funestos pretendientes, que por su causa degollaban muchos bueyes y cuantiosas ovejas, en tanto que se concluía el copioso vino de las tinajas.
Odiseo, del linaje de Zeus, contó a su vez cuántos males había inferido a otros hombres y cuántas penas había arrostrado en sus propios infortunios. Y ella se holgaba de oírlo y el sueño no le cayó en los ojos hasta que se acabó el relato.



2 comentarios:

  1. Por lo que explica la wiki, el beso que le da Penélope a Ulises en la cabeza es muy diferente del beso de las películas de Hollywood en el que al momento de besarse, uno inclina al otro hacia atrás, como invitándolo a estar más cómodo y preparándolo para lo que le espera. Este estilo se impuso en las películas de los años 50 y se convirtió en un clásico, aunque no es muy frecuente entre las parejas sigue siendo muy romántico.No menos interesante es el beso de la española, que como Penélope, no le dan un beso de amor a cualquiera, aunque sólo sea en la cabeza.

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  2. Cierto, Camonila, nuestra educación sentimental se la debemos, en parte, a Hollywood. A mí, cuando leí la "Odisea", me llamó la atención ese beso de Penélope y supongo que tendrá su explicación psicoanalítica, que nos proporcionaría algún argentino.
    Un saludo.

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