viernes, 29 de julio de 2011

VIAJERAS

Jarra de Sargadelos
            Al oír hoy en la radio que el 70% de los viajeros son mujeres -creo que se referían a España-, me acordé de un texto escrito en latín vulgar que traducíamos en la Facultad, cuya autora era la monja Etheria, “a monxa Etheria”, una valiente mujer nacida en Galicia en el siglo IV, que decidió emprender un viaje a Tierra Santa, siguiendo las calzadas que cruzaban las legiones romanas. Parece que llegó a Constantinopla en el año 381, de allí a Jerusalén e incluso hizo una excursión a Egipto. Y nos ha legado el relato de su viaje, que dedica a sus hermanas de claustro, a las que llama “dominae, venerabiles sorores,” o “domnae, lumen meum” -‘señoras, venerables hermanas’, ‘señoras, mi luz’-.(La fábrica de porcelana de Sargadelos ha plasmado la supuesta cara de a monxa Etheria en una de sus jarras de colección).
Las viajeras de hoy lo tienen más fácil y, por lo que comentaba la señora responsable de viajes organizados para mujeres, se trata de aventuras la mar de pijas: van a la India a recibir cursos de meditación y otras disciplinas por el estilo; a Birmania a “convivir con mujeres birmanas” y recibir masajes super-guays. Y es que lo que más demandan las señoras son los destinos a los continentes africano y asiático.
De todas formas, causa satisfacción comprobar que, después del largo encierro de siglos, las mujeres han tomado las calles, los bares, las autopistas y aun los continentes lejanos. Queda ya muy lejana la queja que Rosalía de Castro expresa en una carta a su marido: Si yo fuese hombre, saldría en este momento y me dirigiría a un monte, pues el día está soberbio; tengo sin embargo que resignarme a permanecer encerrada en mi gran salón. “Sea”. Adiós.
Aunque, cuando se investiga la historia de las mujeres no se puede generalizar, y hay que tener en cuenta que las mujeres ricas o aristócratas no han sufrido el  confinamiento como las demás: tal es el caso de la poeta andalusí Wallada (Córdoba 994-1091), que salía libremente por la ciudad con unos espectaculares modelos importados de Bagdad, centro de la moda en la época. Pero la historia de esta admirable mujer merece capítulo aparte.

4 comentarios:

  1. Afortunadamente ya no sois tan monjas ni tan "etéreas". Como diría Millás, qué diablos habré querido decir con esto.

    Feliz y viajero verano, María Victoria

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  2. Lo mismo digo: ¡feliz verano!
    Estoy de acuerdo en que ya no somos así...ni tan sumisas, ni tan lánguidas..., pero conozco a algunas que se ha instalado de tal forma en el melodrama, contagiadas por los programas impúdicos de la TV, que dan "noxo", en gallego, algo así como "que repelen", pero con matices; como decía mi madre: "eso no tiene traducción", cuando yo le preguntaba el significado de alguna palabra gallega.
    Gracias y Salud!

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  3. Hemos tomado las calles y da gusto, estoy totalmente de acuerdo contigo. Gracias a las nuevas tecnologías, pude leer tu entrada en un taxi camino de un bar de cócteles de la Costa del Sol. Eran las 11pm y allí iba yo caminando por la calle, libre y saliendo a esas horas. Cuando lo leí, cayó sobre mí como un peso que me oprimía los hombros (y perdón por lo poético, pero así lo sentí) vuestro pasado, tu pasado. Lo que tuvísteis que vivir. No podías hacer eso...¿cómo fue vuestra juventud? supongo que cuando no tienes algo (en este caso la libertar de salir y entrar a esas horas) no lo echas de menos...Entonces me sentí privilegiada y agradecida a mujeres que, como tú, han luchado por todas nosotras y han hecho posible, entre otras muchísimas y menos banales cosas, que podamos tomar cócteles a la orillita del mar con nocturnidad y alevosía...
    Iria.

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  4. Es una gran satisfacción que las treintañeras reconozcáis el trabajo de las mujeres generaciones anteriores. Para ser justa, tendré que aclarar que yo también me he sentido privilegiada, ya que no sufrí "el peso del patriarcado" como tantas otras mujeres: tuve la suerte de educarme en una familia en la que tanto el padre como la madre prepararon a sus hijas para que vivieran, de adultas, de su trabajo; así que mis hermanas y yo gozamos de una cierta libertad, siempre que estudiáramos, bastante rara para las niñas y jóvenes que nos rodeaban.
    Todavía recuerdo, con pesar, cómo en los 80, las alumnas de un Instituto, que tenían que ensayar una obra de teatro, no podían asistir el sábado porque las madres las reclamaban para colaborar en las labores domésticas, y los chicos no tenían ninguna obligación casera...
    Gracias por tus reflexiones, Iria.

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