jueves, 4 de agosto de 2011

HACE MIL AÑOS

Wallada bint al-Mustakfi fue una de las más famosas poetas andalusíes, por la extensión y calidad de su obra, por su carácter y porque fue amante del más famoso poeta de Al-Ándalus, Ibn Zaydun. Nació en Córdoba en 994 y murió en 1091, vivió nada menos que 97 años. Era hija del califa al-Mustakfi. Aunque su nombre significa ‘la Paridora’, no tuvo hijos ni se casó nunca. Se convirtió en una mecenas que recibía en su casa a lo más exquisito de la ciudad, intelectuales y poetas. Tertulias como la de ella se prodigaban en Al-Ándalus y guardan semejanzas con los ‘simposia’ griegos. 
Instruyó además a mujeres en el arte de la poesía, una de sus discípulas, Muya bint al-Tayyaní, hija de un vendedor ambulante de higos, llegó a ser una gran poeta, la única,  de entre las andalusíes, de familia modesta. Sobre el umbral de su casa mandó grabar la leyenda: “Esta es la casa del amante de la poesía, que Alá sea con él”. En el mercado de esclavos varones elegía a efebos muy bellos para que escanciaran las bebidas en su casa y encendieran las velas y el incienso y contrató a tres eunucos que protegían su casa y seleccionaban a los que llegaban a ella. 
Los historiadores de la época quedaron impresionados por la libertad y el desparpajo de que disfrutaba Wallada, por lo que fue alabada por unos y censurada por otros. Era además una mujer muy bella, unos historiadores dicen que era rubia con los ojos verdes -¿como las huríes del Profeta o las mujeres del Rif?- e iba vestida de acuerdo con las pautas de Bagdad,  que era entonces el centro de la moda, lo que hoy es París o Nueva York. Cuentan las crónicas que solía vestir una capa en cuyas hombreras llevaba unos versos suyos bordados en colores, oro y plata; o bien pudiera ser que, sin capa, luciera los versos tatuados en la piel de los hombros, siguiendo la moda de otras nobles elegantes. Con un hombro se mostraba orgullosa y distante:
Juro por Dios que soy digna de las alturas,
voy por mi camino con la cabeza muy alta.
Y si mostraba el otro hombro invitaba a ser besada:
Permito a mi amante que toque mis mejillas
y acepto los besos de quien desee darlos.
            El poeta Ibn Zaydun se enamoró de ella y fue correspondido; vivieron un amor apasionado e intenso hasta el día en que Wallada se enteró de que su amante la engañaba con una esclava negra de su servicio; la poeta se encoleriza y lo abandona. Por problemas políticos, Ibn Zaydun se ve obligado a abandonar su amada ciudad, se refugia primero en Medina Azahara, para poder merodear por el palacio de Wallada, intentando su perdón, pero ella se muestra firme y el enamorado se exilia en Sevilla. A Wallada le dedica sus mejores poemas y, al perderla, compone uno de los más hermosos poemas de amor de la literatura árabe universal, imitado y cantado por los jóvenes árabes hasta nuestros días: la “Casida en nun”, letra con la que comienza el poema. En ella Ibn Zaydun, uniendo su dolor por la ausencia de Wallada al de su exilio, se pinta como un desterrado, lo que generará una leyenda, entre erudita y popular, según la cual quien aprenda de memoria la casida morirá en el destierro.
Monumento a Wallada e Ibn Zaydun (Córdoba)
Wallada, como otras poetas andalusíes, componía poesía con una gran técnica, pero no como un cliché de la de los poetas varones, se trata de una poesía en la que se aprecian los sentimientos, sobre todo los amorosos: la ausencia del amado, el deseo de su presencia o la descripción de su belleza. Poemas que traslucen experiencias reales, lo que hace que en la poesía de estas mujeres se aprecie lo que hoy se llamaría “el punto de vista de género”. Wallada dedicó a su amado poemas amorosos, el siguiente trata del encuentro nocturno de los amantes:
Cuando caiga la tarde, espera mi visita,
pues veo que la noche es quien mejor encubre los secretos;
siento un amor por ti que si los astros lo sintiesen,
no brillaría el sol,
ni la luna saldría, y las estrellas
no emprenderían su viaje nocturno.
En éste, expresa la poeta omeya el dolor por la ausencia de Ibn Zaydun y termina con dos bellísimos versos en los que desea lo mejor para su amado:
¡Qué pronto me ha traído mi destino
lo que temía! Mas las noches pasan
y la separación no se termina,
ni la paciencia me libera
de los grilletes de la añoranza.
¡Que Dios riegue la tierra que sea tu morada
con lluvias abundantes y copiosas!
                   
Las mujeres de la época cultivaron también, como los poetas, la poesía muyun (obscena). En contraste con los anteriores poemas, incluyo -¡con perdón!-, “El hexágono”, en el cual Wallada  insulta a Ibn Zaydun por su infidelidad; este tipo de poesía le valió, como es lógico, severas críticas de sus contemporáneos:
Tu apodo es el hexágono, un epíteto
que no se apartará de ti
ni siquiera después de que te deje la vida:
pederasta, puto, adúltero,
cabrón, cornudo y ladrón.
Los poemas transcritos representan una muestra de lo que fue la poesía de mujeres lejanas en el tiempo, alrededor de mil años, pero cercanas en la expresión libre de los sentimientos, a través del código elaborado y rico de la poesía. A Wallada y al resto de poetas andalusíes les tocó vivir un tiempo de esplendor cultural como pocos en la historia, y tuvieron el privilegio de aprender a leer y a escribir, cosa a la que muy pocas mujeres de su época y de otras posteriores pudieron dedicarse.