miércoles, 5 de diciembre de 2012

EL PRIMER RECUERDO



Los recuerdos infantiles han sido estudiados por Sigmund Freud, quien en 1899 acuñó el concepto de recuerdos encubridores  para referirse a los recuerdos conscientes que velan otros recuerdos que no intentan aparecer en la consciencia. A los primeros recuerdos de la infancia también se los describe como refutables porque no existe garantía de que hayan sido tal como los relatamos. A veces se mezclan en nuestra memoria los verdaderos recuerdos con todo aquello que los adultos no han contado sobre nuestra niñez.
Sin embargo, en mi caso, el primer recuerdo de mi vida no solo está fechado exactamente, sino también grabado en mi memoria y en mi piel de forma indeleble en los dos lugares. Iba yo a cumplir pronto tres años, cuando nació en casa de mis abuelos mi primera prima. Yo era la única niña de la familia y me entretenía sola cuando los adultos estaban en sus cosas. Aquel día, los adultos varones habían sido despedidos de la casa, en la que se quedaron todas las mujeres de la familia, porque una de mis tías estaba de parto.
Mientras mi abuela, mis tías y mi madre atendían a la parturienta, yo jugaba en una galería que daba al patio, cuyo suelo era de grandes losas blancas y negras; en un momento dado, cogí mi pequeña bacinilla para hacer pis, y seguí jugando, como de costumbre, recorriendo la galería de un extremo a otro, impulsándome con el culo; una de las losas debía de tener una esquina levantada, porque el orinal tropezó y se hizo añicos, clavándoseme un trozo a la altura del coxis. Empecé a dar gritos, pero serían menos fuertes que los de mi tía, porque nadie acudía; cuando al fin me oyeron, me encontraron llorando y sangrando; una de mis tías, enfermera, me curó y recuerdo cómo tocaba yo una especie de almohadilla que me había colocado en el sitio que entonces se llamaba “donde la espalda pierde su honesto nombre”.
Pues, a lo que iba en esto de los recuerdos, no pienso que sea refutable el mío por lo que anoté anteriormente, por una parte, está fechado: mi prima nació ese día, 11 de febrero de 1946 y yo había nacido el 1 de abril de 1943, luego tenía 2 años, 10 meses y 11 días. Y, por otra, en mi cuerpo permanece una considerable cicatriz, apreciable por los demás cuando me bañaba con bikini en la playa y me preguntaban siempre si me habían operado del riñón.
Hoy a las bacinillas se les da otros usos más estéticos, como se puede comprobar en la foto.

12 comentarios:

  1. Colette tiene un punto - casi - comun contigo ! Una cicatriz... Ella, en la misma edad que tu, estaba jugando en la carpinteria de su padre.Se sento sin reparar sobre un clavo, que le dejo una cicatriz en una nalga...

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    1. ¡Qué curioso!Sabía que Colette y yo teníamos algunos aspectos de nuestra personalidad muy parecidos, lo que llamarían los griegos "sin-pathia" y que ahora en español se ha covertido en el tópico "empatía" -palabra que a mí no me gusta-; lo que no sabía era que habíamos sufrido un trauma parecido, aunque no nos ha dejado traumatizadas, solo una cicatriz.Un fuerte abrazo a los dos y mi recuerdo siempre.

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  2. Por diferentes razones se quedan los recuerdos en la memoria, pudo ser el sentirse abandonado, o el acontecimiento que se produjo después o, naturalmente, el hecho de que te haya quedado esa señal en tu piel para que no lo olvides.La razón ya es lo de menos,lo bonito es que nos has llevado a la casa de tu infancia y contigo hemos visitado también la nuestra.
    Precioso.

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    1. Te agradezco el comentario. Da la casualidad que estos últimos días me he encontrado con varias personas de mi generación que afirman que, a esta edad, se nos agolpan los recuerdos de la infancia y, a veces, más nítidos aún que en otras épocas de la vida. Y ¡Qué importantes son en el recuerdo las casas donde hemos vivido! Un abrazo

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  3. Miguel Ángel Barrera Maturana18 de diciembre de 2012, 16:55

    Mi primer recuerdo nítido es de cuando yo tenía cuatro años, pero no tiene fecha concreta. Mi vecina Isabelita, una muchacha guapísima, morena, de ojos grandes y melena hasta la cintura, nos llevaba, a mi primo y a mí, a un colegio de monjas. Íbamos cogidos de su mano, bajando calles empedradas y estrechas del Albayzín. Hicimos un alto en el camino y nos compró una bola de caramelo en una tiendecita. Yo me atraganté tanto que casi me ahogo, y recuerdo que mi primo se puso a llorar. Recuerdo eso y las manos de Isabelita acariciando las mías, y sus uñas cortas pintadas en un rosa pálido. Hace unos años la volví a ver, y llevaba el mismo color de pintaúñas.
    Una abrazo, Victoria.

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    1. ¡Qué descripción tan precisa de una anécdota traumática! Pero lo interesante es que te quedan en la memoria esos momentos nimbados de detalles nimios y precisos.
      Perdona la tardanza en responderte, hasta hoy no había abierto el blog.
      Gracias por enriquecerlo con tus palabras y por tu amabilidad.
      Feliz año y un abrazo.

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  4. Mi primer recuerdo es confuso. En mi familia, de 9 hermanos (dos niñas y siete niños),dormías con tus padres hasta los dos años que pasabas al destierro y a las inclemencias de la vida del dormitorio comunal. De cuando dormía con mis padres recuerdo a mi padre desnudo saliendo del baño con siete penes perfectamente implantados en donde se injertan esos adminículos. Mi psicoanalista todavía no ha dado con la tecla. Desde luego, mi padre era un hombre de mucho carácter.

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  5. Pero Pablo, el "mucho carácter", según la frase hecha,no reside en el falo, sino en otro sitio "dual"...Yo creo que necesitas a otro analista, por supuesto, argentino, tan bueno como el de la serie "Terapia", digna de ver por los culturetas. Me gusta eso de las inclemencias, se aprecia en la frase que erais muchos hermanos; yo en cambio, dado que eramos pocos y yo la primogénita, dormía sola, aunque en la salita, en una cama llamada "rebatible", porque el piso era de "viviendas protegidas"

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  6. Pues te digo: mi primer recuerdo es a los tres años en el patio de la casa que mis padres tenían alquilada (lo sé porque me dijeron que a esa edad nos mudamos a la casa nueva que hizo mi padre para nosotros) y recuerdo que yo estaba sentada en el suelo, al lado del sumidero y jugaba con un vaso de aluminio, con su asita pequeña. Pues, ya de mayor, un día de esos en que vuelves con los hijos a ver a los abuelos y salió el asunto de los recuerdos, le pregunté a mi madre por el vasito y me dijo: "Hija mía, cómo te gustan las cosas viejas". Se fue a la cocina antigua y, tras buscar en un armario, me lo trajo. Se lo pedí y me lo dio. Con motivo de escribirte esto, he ido también a la cocina (esta vez la de mi casa) y en un fondito protegido de un mueble, allí estaba el vaso, (el incendio no se lo pudo llevar), ¡¡ lo que son los recuerdos!! me lo he traído al salón y me gusta, aunque es de aluminio, es calentito. Tiene la base redondeada y abollada, así que parece como una bailarina en su cajita de música o tal vez esa base fue una premonición de los desiertos a los que fui, porque en la arena encaja mejor lo redondeado que lo plano. ¡Uf ¡ lo que da de sí un recuerdo…

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  7. Pues te digo: mi primer recuerdo es a los tres años en el patio de la casa que mis padres tenían alquilada (lo sé porque me dijeron que a esa edad nos mudamos a la casa nueva que hizo mi padre para nosotros) y recuerdo que yo estaba sentada en el suelo, al lado del sumidero y jugaba con un vaso de aluminio, con su asita pequeña. Pues, ya de mayor, un día de esos en que vuelves con los hijos a ver a los abuelos y salió el asunto de los recuerdos, le pregunté a mi madre por el vasito y me dijo: "Hija mía, cómo te gustan las cosas viejas". Se fue a la cocina antigua y, tras buscar en un armario, me lo trajo. Se lo pedí y me lo dio. Con motivo de escribirte esto, he ido también a la cocina (esta vez la de mi casa) y en un fondito protegido de un mueble, allí estaba el vaso, (el incendio no se lo pudo llevar), ¡¡ lo que son los recuerdos!! me lo he traído al salón y me gusta, aunque es de aluminio, es calentito. Tiene la base redondeada y abollada, así que parece como una bailarina en su cajita de música o tal vez esa base fue una premonición de los desiertos a los que fui, porque en la arena encaja mejor lo redondeado que lo plano. ¡Uf ¡ lo que da de sí un recuerdo…

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  8. Después de leer esta entrada, me he puesto a pensar en mi primer recuerdo y no puedo concretar ninguno, se mezclan tantos, los encubridores, los refutables y los relatos de los adultos, en un magma como una madeja con los hilos mezclados y de los que habría que ir tirando poco a poco.
    En esta maraña, aparece un viaje, un tren como en las películas de guerra, recuerda que yo soy una niña de la guerra, vagones llenos de gente, confusión, y mi padre, figura agigantada en mi recuerdo, que me protegía de todo. La llegada a Madrid, a mi querida estación de Atocha, una constante en mi vida, andando por un largo paseo camino a casa de mis abuelos, llenos de maletas, yo empujando mi cochecito, no quería subir en él, quería ir andando. Creo que este recuerdo es más producto de los relatos de mis padres, que mío propio, yo era demasiado pequeña en el año 39, pero está ahí, parece mío, está ya incluido en los rincones más profundos de mi memoria. Más tarde, sí recuerdo mis casas de Logroño, donde viví hasta ocho años, las recuerdo todas, podría entrar por sus pasillos, por las habitaciones...en una de ellas me fascinaba la cocina con una gran despensa donde me metía a jugar y a fantasear horas enteras. Allí nace mi hermana, a mí también me "echaron" de la casa, me llevaron con unas primas, yo esperaba con impaciencia que vinieran a recogerme, sabía que iba a tener una hermanita, tenía claro que iba a ser una niña. Recuerdo el bautizo y la ilusión de comer dulces, entonces no era frecuente hacerlo.
    Un recuerdo muy nítido es un día de cumpleaños, cumplía seis años, mi madre me hizo un flan para merendar con un amiguito, y nos preparó una mesita en la cocina, nos sentamos frente a un flan y, en unos minúsculos vasitos, mi madre nos sirvió "supurao" un riquísimo vino dulce que se hace con uvas pasas en Murillo, el pueblo de mi padre. Yo levanto mi vasito y muy solemne, lo recuerdo con nitidez, digo: "para que no haya más guerras". No olvido ese momento, mi madre me abrazó con fuerza.
    Tú eres la responsable de todo esto, por escribir cosas tan entrañables, tus historias me conmueven tanto que hacen que acudan a mí recuerdos que estaban dormidos.

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  9. Muchas gracias.

    Susana

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