Es
lamentable la falta de vocabulario y de recursos lingüísticos, si no de ideas,
que manifiestan los políticos cuando se presentan en público; reflejo de su incultura, pero, sobre todo, de la
prepotencia y la falta de respeto a los ciudadanos. Ellos improvisan, cuando
solo los buenos oradores pueden improvisar porque dominan el arte y la técnica
de la retórica. Y no es que no tengan asesores, los ciudadanos ya sabemos que
existen -¡y los pagamos!-; son funcionarios de carrera, especializados en
distintas materias, a los que deberían recurrir
tanto ministros como diputados. Pero a nuestros padres de la patria lo que de
verdad les interesa es salir en las fotos, en viajes, inauguraciones y otros
“eventos” -horrible e impropia palabra implantada por ellos y por los medios-.
Lo que no les gusta nada es dedicar tiempo al estudio y a la reflexión, a la
preparación de sus intervenciones y al ensayo de las mismas.
He oído
decir que, cuando se entra en La Casa Blanca, es sorprendente la cantidad de
gente reunida que se encuentra en las diversas salas: son los asesores, los
becarios, los trabajadores en suma, preparando los discursos a los altos cargos
del gobierno americano; hecho que se refleja en la interesante serie (con todas
las objeciones que yo le pondría) “El ala oeste de La Casa Blanca”.
Sin
embargo, algunos políticos, mujeres y hombres, que son excepción, preocupados por comunicar bien, se asesoran
con las personas preparadas en el tema del que van a hablar. A principios de la década del 2000, colaboré
junto a una psicóloga y una antropóloga con las funcionarias del Área de la
Mujer de la Diputación de Granada, en la confección de la revista “Pandora”
(Mujeres y Literatura) y actué de “negra” algunas veces, ya que la señora
diputada del área, Elvira Ramón, que es
de lo más honesto que he conocido, cuando tenía que actuar en público, requería
la ayuda de las funcionarias y nuestro equipo le elaboraba el discurso; ella se
lo estudiaba concienzudamente y uno de sus discursos, que hubo que enviarlo a
Sevilla para que la Consejería le diese el visto bueno, despertó la,
llamémosle, “envidia” de la señora Consejera de Igualdad, Micaela Navarro, por
lo que le comunicaron a la diputada granadina que quizá no intervendría en el
acto que se iba a celebrar en Granada, que tendría que esperar a un gesto de la
Consejera, cuando esta terminara su alocución, para darle o no la venia. Parece
que al fin se la dio, pero a mí me ha quedado la duda sobre qué gesto le haría
la señora ¿arquear una ceja? ¿señalarla con el índice? o ¿darle una patadita
por debajo de la mesa?
Afortunadamente
Elvira Ramón ha seguido ocupando cargos en el gobierno de Andalucía, como
Delegada de Salud de la Junta de Andalucía y otros. Sin embargo, la revista anual “Pandora” no sobrevivió y
solo se mantuvo durante cuatro números,
pues la llegada de otra diputada supuso el cierre, ya que esta mantenía
que era una revista elitista; aunque las redactoras habíamos comprobado in situ cómo era leída y apreciada en
las bibliotecas y asociaciones de mujeres de la provincia, que recorríamos con
frecuencia coordinando los foros de animación a la lectura y de feminismo. A lo
que aspiraba la nueva diputada era a salir en las fotos, creando una revista de
propaganda, que reflejara los “logros” de las mujeres políticas; fotos de los
medios en las que muy a menudo aparecen, siempre riendo, eso sí, aunque no sepamos el
motivo.
¿No será que se ríen de nosotros?, por empezar enlazando con tu reflexión final.
ResponderEliminarEn cuanto a Pandora -la revista- no creo que dejara de editarse por ser elitista, sino porque alguien advirtiera a la política "responsable" de los peligros de abrir la caja de todas las verdades que suelen contener las palabras de una Pandora -esta vez el mítico personaje- contemporánea, sin pelos en la lengua.
Muy interesante, como siempre, tu artículo.
Abrazos.
Sí, Miguel, porque las Pandoras y los Pandoros podemos ser para ellos muy peligrosos.
ResponderEliminarGracias por tu estupendo comentario y tu amabilidad.
Gracias por aquella revista, Marivi querida. Gracias por ti.
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