martes, 6 de julio de 2010

PATROCINIO DE BIEDMA, POETA ANDALUZA


Si las mujeres que escribían en siglos pasados lo han hecho -según analizó Virginia Woolf- con cólera, hoy, la mayoría de ellas encuentra el distanciamiento necesario para escribir y salen del silencio con alegría sin pedirle cuentas al destino. Ya no precisan la elección entre ser escritora-ser mujer.
En el siglo XIX encontramos numerosos poemas románticos compuestos por mujeres doloridos y tristes; sin embago no se puede generalizar –ya lo apuntaba Chesterton: “toda generalidad es falsa, incluso ésta”-, y  se da el caso de mujeres poetas que escribieron algún poema desde la ironía y el humor, tal es el caso del siguiente, que sorprende por lo que tiene de sátira desenfadada. Patrocinio de Biedma compone esta potente humorada con la que ajusta las cuentas a tópicos románticos tan prestigiosos como el suicidio, la naturaleza turbulenta, las declaraciones de amor rimbombantes o los ambientes exóticos. Al pretendiente rechazado, que quería llevársela al campo tapizado por el hielo, se le ofrece el espejismo cruel de la cómoda alfombra donde retozar, junto a la chimenea doméstica, cerca de los leños encendidos, escenario más propicio para el deseo de la dama: yo quiero un alma que se exhale en llamas. De agradecer la aproximación a la vida cotidiana en el verso y tengo yo muy delicado el pecho, que introduce la sospecha de la  tuberculosis, enfermedad típica de la época romántica.

A UN POLLO MUY ROMÁNTICO
(Patrocinio de Biedma, Bejígar –Jaén-, 1848 - Cádiz, 1927)

¡Cesa ya, por favor! ¡estoy cansada
del lúgubre clamor de tus lamentos!
no me hables más de amor, te lo suplico,
deja ya en paz al pobre niño ciego.

Cálmese tu romántica manía;
no sueñes con suicidios ni venenos;
mira que yo soy débil y nerviosa
y oyendo esos horrores tengo miedo.

No me hables de los bosques y las auras,
de un edén en el fondo del desierto;
no me gustan los bosques... son muy fríos
y tengo yo muy delicado el pecho.

Vuelve ya a la. razón: ¿no es preferible
en las glaciales noches del invierno
el templado calor de mis alfombras
al campo tapizado con el hielo?

¿No es más bella mi alegre chimenea
do brilla siempre un abundante fuego
que la cabaña tétrica y mezquina
que transforma en edén tu pensamiento?

¿No tienen más cadencia y armonía
de mi piano los acordes ecos
que no el silbido con que ronco brama
en la montaña el huracán violento?

¿No valen más mis plácidas veladas
do entre amigos fugaz resbala el tiempo
que no la triste soledad contigo
en que siglos se hicieran los momentos?

No me digas qué versos te diría;
¡calla, por Dios, o cesaré de hacerlos!
¡si hasta las musas huyen asustadas
oyendo tus románticos excesos!

Cese tu empeño ya: no hay esperanza;
yo no quiero un amor de caramelo;
yo quiero un alma que se exhale en llamas;
yo quiero un corazón todo de fuego.

No me gustan idilios pastoriles;
no me gustan cabañas ni desiertos;
no me gustan los bosques; son muy fríos
 y tengo yo muy delicado el pecho.

1 comentario:

  1. Qué pena que no existiese el diazepam en aquella época para calmar tanto ánimo románticón y tanta ansia de llevarse a las mujeres al huerto haciendo uso de retorcidas metáforas y escenarios muy incómodos. ¿Acaso no conocían la naturaleza femenina de la mujer? ¿Acaso no eran conscientes de que, nosotras, tenemos un termostato especial, que cuando ellos tienen frío, nosotras calor y viceversa. ¡Qué ganas de llevarnos a parajes cubiertos por el hielo!

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