viernes, 13 de agosto de 2010

EL DELEITE DE LA CONVERSACIÓN

Un misionero católico que llevaba muchos años en el Chad, le  pregunta un día a uno de los hombres más viejos de la tribu:
-¿Cuál ha sido lo peor que ha traído el hombre blanco?
-Las cerillas –contesta el viejo con convencimiento-
-¿Cómo las cerillas?
-Pues sí, porque, antes de que hubieran llegado las cerillas a la tribu, por la noche se hacía fuego en el claro del centro del poblado y todos los vecinos llegaban allí a coger el fuego y ese era el momento en que se contaban unos a otros lo que había pasado a lo largo del día o las historias antiguas. Desde que en cada casa hay cerillas ya nadie se reúne en plaza para conversar.
Los misioneros seguían la tradición apostólica de los conquistadores españoles que, supuestamente, llevaron la religión cristiana, la lengua y la  cultura a los “indígenas” o “salvajes” de América. Causa risa hoy las cuestaciones que se hacían en el día del Domund, durante el nacional-catolicismo, en el que se pedía para “los chinitos” o “los indios”, con unas huchas de cerámica con la cara de los pobres idólatras.
El viejo de la tribu añora su civilización, hoy contaminada, ya que la tradición oral era la herramienta de socialización de los pueblos; la conversación era el medio necesario y efectivo para transmitir la propia historia que quedaría grabada en la memoria de las generaciones. Y es que  pasan milenios desde que el homo sapiens caminó por la tierra hasta que la escritura hizo su aparición: las primeras manifestaciones de una escritura pictográfica datan de unos 6000 u 8000 años a. C., que no llega a parecerse a la alfabética hasta el final del cuarto milenio.
Incluso Sócrates (470 a. C. - 399 a. C.) prefería la comunicación oral sobre la escrita. A este respecto recuerdo la pregunta que les hice un día en clase a mis alumnos  y sus ingeniosas respuestas sobre el filósofo griego; la pregunta era por qué creían que Sócrates no era partidario de la escritura, a pesar de que elaboró oralmente todo un sistema filosófico. He aquí algunas de sus respuestas:
·        Porque era manco.
·        Porque era ciego.
·        Porque no sabía escribir.
·        Porque no tenía lápiz.
·        Porque era un flojo.
·        Porque tenía un negro.
·        No le interesaba escribir porque sus discípulos aprendían sus enseñanzas y no le hacía falta escribirlas.
           Parece que las dos últimas son las explicaciones que más se acercan a la realidad, porque desde luego tuvo Sócrates un negro insigne que escribió sus enseñanzas filosóficas. Y, por otra parte,  pensaba el filósofo griego, sobre su preferencia de la oralidad frente a la escritura,  que con la escritura se ponía en peligro la memoria y, por tanto,  escribir supondría un paso atrás en el progreso cultural.
(Continuará).

4 comentarios:

  1. Aunque pueda parecer petulante, no estoy de acuerdo con Sócrates...Escribir supone, en mi opinión, un gran ejercicio de memoria. También una especie de exorcismo, de liberación. Al igual que leer. Pero, he de reconocer, que escuchar una historia oral bien contada, es un placer.

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  2. Pues sí, Iria, por no irnos muy lejos de Sócrates, todos los "Diálogos" de Platón son muy interesantes y algunos entretenidos o conmovedores, como "El Fedón", en el que el discípulo narra la muerte del maestro, condenado a beber cicuta. Los de mi promoción de Preuniversitario lo tradujimos y nos examinaban en la Universidad (de Latín y Griego) ¡sin diccionario! Parece petulante ¿no?

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  3. Muy petulante sí (en realidad no, pero ¡me encanta la palabra petulante!). Este 'diálogo' nuestro, que no platoniano, me hace pensar en el chiste de Forges en el que un adolescente le dice a otro: Me ha tocado en la selectividad traducir "La guerra de las galaxias", a lo que su compañero le dice: "era de las Galias, tío..."

    http://www.n1mh.org/weblog/2007/06/13/la-guerra-de-las-galaxias/

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  4. Y termina diciendo el que se fue a las galaxias:
    -¡Gensanta del amor hermoso!

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