domingo, 24 de octubre de 2010

OBJETOR DE VIOLENCIA

Daba yo clase a un grupo de chicas y chicos de 3º de Bachillerato, en lo que se llamaba entonces el B.U.P., cuando un muchacho me dice a la salida de clase: -“Mi madre le envía recuerdos porque usted le dio clase en el Instituto”. ¡Horror, se me vino encima la bóveda celeste del tiempo que me ponía delante, sin advertencia, un “alumno-nieto”!
El chico comenzó la carrera de Clásicas, venía a casa a contarme lo que estudiaba a pedirme libros y a charlar de todo, porque era lo que en Granada se llama “un collejo”, palabra cargada de connotaciones, que yo utilizo en el sentido de que él hablaba con un vocabulario que no correspondía  a su temprana edad, y que había aprendido de la relación intensa con sus abuelos. Un día llegó muy preocupado diciendo que estaba leyendo “La Ilíada” y que no podía soportar tanta violencia y brutalidad, así que iba a dejar la carrera y a matricularse en Filología Románica, que cursó completa sin darle mayor importancia a los excesos del Cid o de los conquistadores de América. Con la madurez de los años y el estudio, decidió terminar Clásicas. Le perdí la pista durante un tiempo y hoy a través del facebook, me hace llegar el siguiente mensaje:

Como suele decirse, el destino es irónico, y en el pecado lleva uno a veces la penitencia. Así que por fin me reconcilié con los viejos griegos, con sus guerras, sus esclavos y sus mujeres marginadas y me he venido a tierras valencianas a hacer apostolado de su mensaje. A fin de cuentas, no podemos juzgar a los antiguos con los esquemas cognitivos actuales (si hubiéramos nacido en aquella época hubiéramos hecho lo mismo) y, si hay algo bueno que nos legaron, fue el constante espíritu de búsqueda e inconformismo (como en la Ítaca de Kavafis, ¿recuerdas?) que tanta falta le hace a la juventud de hoy día.
En mi quehacer diario como docente llevo constantemente en mis pensamientos a tantos buenos profesores y lo que de ellos aprendí en el Instituto  y procuro emularlos, no sin, a veces, cierto desatino (cuando los chavales me inflan las narices, le pego unos golpes a la pizarra y cuatro voces a ellos que tiembla el cielo) pero bueno, como decía Goytisolo, "yo también estoy en el camino".

2 comentarios:

  1. Su comentario en un blog amigo a propósito de algunos poemas de León Felipe, con el cual -según su emocionante comentario- le unen lazos de consaguinidad, me ha traído hasta aquí para convertirme en uno de sus primeros seguidores,entrando sin permiso en esta casa que intuyo no sólo habitable, sino hospitalaria, cálida y acogedora.
    Con su permiso,me quedo a dar una vuelta por sus luminosas estancias y mágicos rincones.

    Saludos

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  2. Muchas gracias por su conmovedor comentario, Miguel. Aquí tiene su casa. Espero ultimar mañana una nueva entrada sobre el poeta exiliado.
    Salud!

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