jueves, 1 de septiembre de 2011

LA DAMA DEL UNICORNIO

LA DAMA Y EL UNICORNIO
Museo de Cluny

En la tradición de las novelas iniciáticas, que comienza en nuestra literatura con el Lazarillo, se encuentra la novela “Paraíso inhabitado”, de Ana Mª Matute, cuya historia es el camino de la vida que emprende una niña -Nací cuando mis padres ya no se querían- y finaliza en el momento en el cual los lazos de la niñez se van deshaciendo y la niña se convierte en  adolescente. Contada en primera persona, el punto de vista de la novela es el de Adriana, la protagonista, una niña rara que apenas habla, pero le gusta escuchar, escondida en la cocina o la despensa, en la parte de la casa con suelo sin encerar, a la  que ella llama el mundo de los Gnomos; en él están las personas que más la quieren y la cuidan, sobre todo la cocinera Isabel y la tata María; allí transcurre la mayor parte de su vida, por lo que su aprendizaje tendrá lugar entre estas mujeres humildes y un niño vecino, su amigo del alma, Gavi.
El otro mundo contrario es el de los Gigantes, que habitan los mayores: un padre, prácticamente ausente, una madre fría, dada al melodrama, y los hermanos. Es el ala lujosa del piso, a la que Adriana no accederá hasta que se convierta en Gigante. Ella sólo se adentra en el gran salón vedado cuando todos duermen y donde, de vez en cuando, ve escaparse de un tapiz al unicornio. Que será el símbolo del mundo en el que la niña se ampara, el de la fantasía: Tata María, y la cocinera Isabel, me habían leído, la primera, y contado, la segunda, muchos cuentos. La cocinera no sabía leer, pero cultivaba el arte de contar, tradición ancestral de las mujeres, dueñas de la oralidad,  transmisoras de cantos y cuentos; incluso ellas han sido las creadoras de las primitivas canciones en diversas lenguas y culturas.
La iniciación en los cuentos, la madre distante, así como el rechazo de la mentalidad conservadora de la familia y de su hipocresía, que se aprecian en Adriana, tienen un trasfondo autobiográfico que la autora ha confesado en alguna entrevista.Otros aspectos de la visión del mundo de Ana María Matute se muestran en la novela a través de personajes transgresores, con los que simpatiza: un vecino homosexual, con su carga de dolor en el mundo convulso de los años treinta, ya que la historia de la novela abarca parte de la II República y la Guerra Civil, la tía Eduarda, mujer moderna que conducía un coche y tenía una piel dorada donde resplandecían sus grandes ojos azules de Unicornio, que transmite a la niña la libertad y la euforia por primera vez. Aunque la  escritora da pinceladas de fantasía, la novela está anclada en una realidad que conoce y, a través de la narradora, se solidariza con aquellas personas que entraban por la puerta de servicio y pone de manifiesto algo que ella misma declara: la injusticia ha sido siempre algo que me ha sublevado mucho.

De “Paraíso inhabitado” se disfruta la historia, pero también “el discurso”, como dirían los narratólogos. Nosotros, simples lectores, diremos que las palabras de esta novela y la forma de narrar nos proporcionan también el gozo de la lectura, porque Ana María Matute es “La Dama de la Escritura”. 

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