martes, 3 de julio de 2012

LAS MADRES TERRIBLES (II)

Hablaba en el capítulo anterior de una escala de madres malvadas en la que no incluí el grupo de aquellas que, en épocas pasadas, en las que no había posibilidad de control de la natalidad, hacían dejación o delegación de sus responsabilidades en las primogénitas. Una tradición novelada por Laura Esquivel en su obra “Como agua para chocolate”, aunque en este caso es la hermana menor, Tita, la que tiene prohibido por su madre casarse, para que sea ella la que la cuide cuando mamá Elena sea mayor.
Mi amiga Lola, la mayor de seis hermanos, sufrió otras privaciones: no recuerda ni una mañana de su vida en casa de sus padres en la que hubiera visto levantada a su madre; era Lola la que los despertaba, arreglaba, les daba el desayuno y los llevaba al colegio; y la obligaba a otros trabajos de la casa, tratándola como a una criada. Por lo que en los planes de la madre no entraba que su hija mayor estudiara y se lo prohibió;  pero, gracias al empeño y a la decisión de su padre, Lola logró estudiar una carrera, a costa de las horas de sueño, pero, incluso pasada la medianoche, la madre, desde la cama, le daba órdenes de calentar la cena y freír las croquetas para sus hermanos varones, los días que volvían de farra.
Lola no recuerda tampoco ni una sola muestra de cariño o de agradecimiento por parte de la madre, aunque, inexplicablemente, le gustaba comentar a las vecinas lo buena que era su hija. El padre compensaba este vacío con extremada ternura y dedicación y le hacía pequeños regalos, advirtiéndole que no se enterara la madre, porque ésta sentía celos de su hija. Todavía conserva la pluma Waterman que su padre le regaló al terminar el bachillerato. Cuando su madre, ya viuda, fue ingresada en una residencia, sus hermanos se desentendieron y la única hija que la atendió hasta su muerte fue Lola, la malquerida, que iba todos los días a darle la comida y la llevaba a su casa los días de fiesta. Fue por entonces, cuando la hija, de vez en cuando, pudo al fin recibir de la madre algunas palabras de afecto.

2 comentarios:

  1. Sencilla y hondamente emocionante. Hasta el umbral de la lágrima.

    Buen verano, María Victoria

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  2. Pues sí, Miguel, ya sabemos lo dura que es la vida para muchas personas y personitas.
    Hablando del tema de las malas madres, una querida amiga cubana me comentó que siempre se habla maravillas de las madres y nadie osa “mancillar” su pluma con aquellas que parieron porque no les quedó otro remedio y me aconsejó que leyera “La religiosa” de Diderot, novela del XVIII y una buena fuente sobre las madres desnaturalizadas.
    Tanbién para ti un verano tranquilo y feliz!

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