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Biblioteca de James Joyce. Dublín |
Entre cientos de papeles y pequeños cuadernos, donde apunto
referencias y frases de los libros que leo, encuentro hoy un párrafo escrito a
mano de la novela Las palabras perdidas, finalista del Premio Nadal
1992, del escritor cubano Jesús Díaz (1941-2001). Libro que trata, entre otras
cosas, de literatura y que me prestó mi amiga Milena Rodríguez, poeta
cubana-granadina, cuyo padre, Guillermo, es uno de los protagonistas (creo que
el Gordo). Son cuatro amigos: el Rojo, el Gordo, el Flaco y Ángela, hijos de la
Revolución, que leen y discuten en La Habana sobre la literatura y la época en
que les ha tocado vivir. El texto me
pareció deslumbrante y lo tecleo a continuación:
“Pero al mirar hacia la librería sintió un mareo, una sudoración, un llamado. Allí adentro y ahora el loco más cuerdo de la historia entraba en la eternidad montado en las aspas de un molino, el más inocente era procesado de modo inapelable, el más desesperado mataba a una anciana de un hachazo, el más fantasmal proyectaba su larga sombra sobre el páramo, el más siniestro batía incesantemente su tambor, el más inteligente resolvía la oscura ecuación inscrita en un jardín de senderos que se bifurcan, el más vapuleado moría en los helados campos de Kolyma y el más terco luchaba contra los sigilosos designios de un enorme cetáceo; había amores allí, había desgarramientos, odios, tropelías; Napoleón avanzando hacia el desastre por las nieves de Rusia, el Investido de Poderes instalaba en el Caribe una insaciable guillotina, Ulises vagaba sin rumbo por las calles de Dublín y el Cholo moría en París con aguacero recordando a su Rita de junco y capulí; allí adentro, llamándolo, se abría la noche insular con sus jardines invisibles”.
“Pero al mirar hacia la librería sintió un mareo, una sudoración, un llamado. Allí adentro y ahora el loco más cuerdo de la historia entraba en la eternidad montado en las aspas de un molino, el más inocente era procesado de modo inapelable, el más desesperado mataba a una anciana de un hachazo, el más fantasmal proyectaba su larga sombra sobre el páramo, el más siniestro batía incesantemente su tambor, el más inteligente resolvía la oscura ecuación inscrita en un jardín de senderos que se bifurcan, el más vapuleado moría en los helados campos de Kolyma y el más terco luchaba contra los sigilosos designios de un enorme cetáceo; había amores allí, había desgarramientos, odios, tropelías; Napoleón avanzando hacia el desastre por las nieves de Rusia, el Investido de Poderes instalaba en el Caribe una insaciable guillotina, Ulises vagaba sin rumbo por las calles de Dublín y el Cholo moría en París con aguacero recordando a su Rita de junco y capulí; allí adentro, llamándolo, se abría la noche insular con sus jardines invisibles”.
Entiendo las referencias de las famosas
obras que cita el autor por medio de bellas y acertadas perífrasis, pero algunas
no las reconozco, por lo que pido al atento lector que me ayude a descifrarlas.
Jesús Díaz cita a don Quijote”, a Josef
K. de “El proceso” de Kafka, a Raskolnikov, protagonista de “Crimen y castigo”
de Dostoievsky, a “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, al Oscarito de “El tambor de
hojalata” de Günter Grass, al pescador de “El viejo y el mar” de Hemingway, “El
siglo de la Luces” de Alejo Carpentier, el “Ulises” de James Joyce y César
Vallejo en su poema “Piedra negra sobre piedra blanca”.
Pero no sé quién es “el más inteligente
y “el más vapuleado” que “moría en los helados campos de Kolyma”, quizá se
refiere a “Archipiélago Gulag”.
El más inteligente creo que es Jorge Luis Borges, en el cuento "El jardín de los senderos que se bifurcan", incluido en el Título Ficciones, con prólogo de José Luis Rodríguez Zapatero.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu blog. Lo sigo desde que he tenido conocimiento de él.
Saludos, Bartolomé
Bienvenido a esta casa, Bartolomé, y gracias por tu comentario y hallazgo. Ya he leído el texto de Borges, es todo un tratado sobre el espacio y el tiempo, de tal manera que me ha recordado a mi padre, que fue mi profesor de Filosofía en el Bachillerato. Los protagonistas de "Las palabras perdidas" citan al escritor argentino con frecuencia. Da la casualidad que la semana pasada me llevé a la mesilla de noche su prosa en la edición de Bruguera para ir leyéndolo, espigadamente.
EliminarUn abrazo y salud!
Encuentro este enlace que puede aportar alguna información al respecto: http://cultura.elpais.com/cultura/2008/02/18/actualidad/1203289212_850215.html.
ResponderEliminarHe encontrado la novela "on line" y me dispongo a leerla. Gracias, Mª Victoria, por estos impagables regalos.
Mi respuesta tiene que comenzar con tus últimas palabras : gracias a ti por tu impagable poesía.
EliminarHe leído el artículo que citas y es muy interesante; afortunadamente han dejado constancia del horror muchos escritores que lo vivieron; y encuentro un paralelismo entre los prisioneros de esos archipiélagos y lo que relata sobre el campo de Auschwitz Primo Levi en "Si esto es un hombre".
Creo que te gustará la novela de J. Díaz, ya me dirás.
Un abrazo, compañero.
Me doy cuenta ahora que se me quedó una de las referencias de Jesús Díaz sin referir -valga la redundancia-: "Napoleón avanzando..." debe ser "Guerra y paz" de León Tolstoi. Vale!
ResponderEliminarMe envía por email mi amiga Begoña Lamas el siguiente comentario:
ResponderEliminar"¿No prefieres que 'el más terco luchaba contra los sigilosos designios de un enorme cetáceo' sea más bien el capitán Acab, de Moby Dyck? No me gusta Hemingway".
Yo también había pensado en Moby Dyck: "Terco" y "cetáceo" me lo sugerían. El texto es, ciertamente, deslumbrante, María Victoria; de los que te empujan a no dejar de leer. Salud.
ResponderEliminarSí, claro, es Moby Dyck seguro es. Un abrazo, Miguel Ángel.
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